domingo, 14 de noviembre de 2021

Un fenómeno extraordinario: parto de quintillizos en Canena en 1882

Recientemente, curioseando por la prensa histórica que se puede ver en internet, encontré en la web de la Biblioteca Virtual de Andalucía[1] una noticia relacionada con Canena, publicada en El Defensor de Granada, diario político independiente, el 8 de agosto de 1882 (Año III, número 671), con el siguiente texto:

Fenómeno extraordinario.

Dice El Eco Minero de Linares:

En la inmediata villa de Canena, a dos leguas de esta ciudad, ha dado a luz Catalina Ruiz Serrano, esposa de Bartolomé Serrano García, jornalero, cinco hijos varones en un solo parto; según declaración verbal de Bartolomé Serrano, abuelo paterno de los cinco infantes, el parto duró tres cuartos de hora, desde las seis de la mañana del día 29 Julio.”


Pude encontrar la fuente original, el número del Eco Minero, de 3 de agosto de 1882[2], en el que se añadía alguna información más: “de los cinco, tres se han bautizado con los nombres de Juan, Martín y Domingo, y siguen bien, tanto ellos como la madre; los dos restantes murieron al nacer”.



He querido saber que había sido de la madre y de los tres hijos y me he encontrado con una historia trágica, que ejemplifica de forma extrema el régimen demográfico de esos años, donde la mortalidad infantil era muy elevada (uno de cada cinco nacidos morían antes del primer año de vida) y la esperanza de vida no superaba los 35 años. Pero además, por suerte, la madre volvió a tener descendencia después de este parto y una hija sobrevivió y he podido contar con la ayuda y la información que me han facilitado algunos de sus descendientes para completar, hasta donde he podido, esta historia familiar.

A partir de estas noticias de prensa, he consultado el Registro Civil de Canena, fundamentalmente los libros de nacimientos y defunciones, y también distintos padrones de habitantes, documentación que se encuentra en el archivo municipal de Canena.

Los padres, Bartolomé Serrano García, nacido en 1851, y Catalina Ruiz Serrano, nacida en 1854, vivían en la calle Eras. Se habían casado unos años antes, entre 1876 y1878, aunque no he podido localizar el acta de matrimonio en el Registro Civil ni consultarla en los libros de la parroquia, que se encuentran en el Archivo Diocesano de Jáen, actualmente cerrado por obras.

En 1879 tuvieron su primer hijo, Bartolomé Serrano Ruiz.

El 29 de julio de 1882 nacen los quintillizos, de los que solo sobreviven tres, Juan, Martín y Domingo. En realidad, es por la noticia que aparece en la prensa por lo que hoy sabemos que fue un parto quíntuple, ya que en el registro civil no se refleja el nacimiento de los dos niños muertos, solo el de los “gemelos triples”. De estos, se anota el nacimiento en las partidas de Juan, Martín y Domingo con media hora de diferencia cada uno, el primero a las siete de la mañana, el segundo a las siete y media y el tercero a las ocho.




Las notas escritas por su bisnieta, Manoli Ruiz Beltrán, nos dan una idea de cómo tuvo que ser el embarazo y el parto: esta mujer fue mi bisabuela. Tenía una barriga tan grande que para sujetársela se ponía una tabla atada al cuello y a la espalda. El padre de los niños trabajaba en un cortijo. El día del nacimiento se vino para el pueblo pero antes de llegar a su casa se paró en la barbería. Le estaban cortando el pelo cuando llegaron diciéndole que su mujer había tenido un niño y él dijo: “ya voy”. Poco después le volvieron a decirle que su mujer había tenido un segundo hijo y él dijo de nuevo: “ya voy”. Cuando fueron a decirle que había tenido un tercero dijo: “me voy corriendo que si no va a estar todo el día pariendo”.

Los tres hermanos mueren sin llegar a cumplir un año. El primero, Martín, lo hace a los dos días de nacer, el 31 de julio de 1882, a consecuencia de un desarrollo incompleto orgánico.


Domingo lo hace el 9 de octubre del mismo año, con poco más de dos meses de vida, por un cólico infantil.


El tercero, Juan, fallece el 1 de julio de 1883, de raquitismo.


El 23 de julio de 1885 nace la única hija, Francisca (según el acta de nacimiento del registro civil, le ponen de nombre Ana Francisca).


Pero al año siguiente, el 16 de septiembre de 1886, muere, cuando tenía seis años, el primer hijo del matrimonio, Bartolomé, por fiebre perniciosa.


En 1887 tienen otro hijo, al que también le pondrán de nombre Bartolomé, pero morirá prematuramente, el 7 de abril de 1896, con ocho años de edad, por crup (laringitis).


Su madre ya había muerto, el 12 de mayo de 1893, a consecuencia de una endocarditis crónica.


Llama la atención que en su acta de defunción indica que de su matrimonio solo había tenido dos hijos, los dos que en ese momento estaban vivos.

Por tanto, en 1896 de la familia solo sobreviven el padre, Bartolomé Serrano García, y su hija, Francisca Serrano Ruiz. Las notas de su nieta, Manoli, nos informan de los derroteros de la familia en esos años:

Su padre se volvió a casar y la niña tuvo una madrastra. Cuando tenía 11 años su padre también muere, su madrastra se fue y ella se quedó sola, pero un tío suyo que vivía en Orán (Argelia) vino a por ella.

Mi abuela nos contaba que allí vio por primera vez coches que no llevaban caballos. Tenía 15 años cuando su tío muere. Ella quería regresar a su tierra y cuando pudo volver lo tuvo que hacer custodiada por la policía, ya que era menor de edad. Embarca un martes y 13 de regreso a su casa. Se puso a servir en una casa del pueblo donde la acogieron muy bien.

A los 28 años conoció a Francisco, el que sería su marido, un viudo sin hijos que era 14 años mayor que ella. Poco tiempo después decidieron casarse casualmente un martes y 13. Ella decía “conmigo no va el refrán de en martes y 13 ni te cases ni te embarques”.

Tuvieron 5 hijos, Isabel, Matías, Catalina, Bartolomé y Alfonso Ruiz Serrano. Bartolomé sería mi padre. Fue pasando el tiempo y los hijos se fueron casando. El día que se casó Matías, Isabel se puso de parto, por lo que el mismo día coincidió en la misma casa una boda y un nacimiento.

El marido de Francisca, Francisco Ruiz Cabrera, era baezano. Nacido en 1870, murió en Canena en 1963, de asistolia.


Francisca muere cuatro años después, en 1967, de hemorragia cerebral.


A Francisca la apodaban la Melona y hoy a sus descendientes los conocemos en Canena por “los Melones”. Al parecer, de niña solía esconderse debajo de la cama donde habitualmente se guardaban los melones; entonces, cuando preguntaban por ella, decían: "estará donde los melones" y de ahí se quedó con el mote de la Melona.

Concluyen las notas de su nieta Manoli sobre ella con este recordatorio:

Van pasando los años, sus hijos se casan y uno de ellos contrae una grave enfermedad, las medicinas eran muy caras e hicieron todo lo que fue necesario para salvarlo, ya que tenía un hijo y no se podía quedar huérfano. Mi abuela hizo una promesa, si su hijo se salvaba ella iría toda su vida vestida con el hábito de la Virgen del Carmen.

Poco a poco su hijo se recuperó porque era fuerte como su madre. Van pasando los años, su hijo, su nuera y su nieto viven en su casa con ella. Su nuera queda embarazada y nació una niña que sería yo. Mis primeros recuerdos son junto a mi abuela. Le gustaba observarme cuando yo no la veía y cuando me daba cuenta iba hacia mí y me daba un chillido y un abrazo.

Me mandaba a la tienda que estaba cerca a por galletas y caramelos para el abuelo que había dejado de fumar. Ella siempre tenía en el bolsillo para darle a sus nietos o al que llegara a su casa. Estuvieron más de  50 años casados, con 5 hijos, 11 nietos y llegaron a ser bisabuelos. En la actualidad son 31 biznietos de sus 11 nietos, los cuales la mayoría son ya también abuelos.

Todos los que conocimos a mi abuela coincidimos en lo buena persona que era.

Con cariño a su recuerdo, tu nieta Manoly.

Pero Francisca, la abuela de Manoli, tuvo además dones especiales, curaba culebrillas y preconizaba acontecimientos que iban a suceder en el futuro, era una especie de visionaria. Se supone que estas dotes las aprendería de alguna persona, pero no sabemos de quién, si fue en Canena o en los años en que vivió fuera. Sí es cierto que esas dotes las transmitió a algunos de sus hijos, enseñándoles a “rezar” las culebrillas, y que dentro de la familia se han transmitido de generación en generación hasta la actualidad, por lo que bastantes de sus descendientes siguen teniendo estos “poderes”, cuya transmisión y puesta en práctica tienen unas normas determinadas, entre ellas que no se puede cobrar por curar las culebrillas, aunque sí aceptar la voluntad del paciente. 

La familia no ha podido localizar fotos de Francisca Serrano Ruiz ni de su madre. Pero sí de su marido, Francisco Ruiz Cabrera, y de sus hijos.

Francisco Ruiz Cabrera

Bartolomé Ruiz Serrano, 1944

Alfonso Ruiz Serrano, 1947

Bartolomé Ruiz Serrano, con su mujer, Antonia Beltrán Reyes, y su hijo, Francisco, en las fiestas de San Marcos, en 1950

En 1953, en el campo

Catalina, Alfonso, Isabel y Bartolomé Ruiz Serrano, 1981

Matías Ruiz Serrano

Manuela Ruiz Beltrán, San Marcos, 1960, cuando no había cumplido los tres años

Manuela Ruiz Beltrán, con sus padres, Antonia Beltrán Reyes y Bartolomé Ruiz Serrano, el día de su boda con Ramón Arévalo, en 1983

Los Melones son los descendientes directos de Catalina Ruiz Serrano, la madre de los quintillizos. Si hablamos de sus parientes, son muchos más los caneneros relacionados con ella, especialmente los descendientes de su hermano Martín. Éste tuvo siete hijos, que han tenido una amplia descendencia. Entre otros, era el abuelo de Avelina Ruiz Guillén (mujer de Noli) y sus cinco hermanos; de Nélida Fernández Ruiz y sus seis hermanos: de Catalina Jódar Ruiz, Lina la peluquera, y sus tres hermanos; de Martina Valverde Ruiz, la panadera, y sus dos hermanos; y de Martín Ruiz Torres, Martinillo, y sus tres hermanos.

Quiero agradecer expresamente a Manuel Ramón Arévalo Ruiz y a su madre, Manoli, las facilidades que me han prestado, por lo que buena parte de este artículo se lo debo a ellos.

Por último, me gustaría que lo que contamos aquí sirviera de estímulo a otros caneneros para que se animen a contar las pequeñas historias de sus familias, sus recuerdos, anécdotas y vivencias que les han contado sus mayores y que, a veces, como en el caso de Manoli, han llegado a reflejar en unas notas. Es una forma de que esa historia de nuestro pueblo permanezca y no se pierda cuando físicamente perdamos a las personas que la hicieron posible.


Artículo de José Luis Reyes Lorite

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