miércoles, 14 de febrero de 2018

Historias de Canena: La ruina de la Ermita de San Marcos

Restos existentes actualmente en el lugar donde estuvo la Ermita de San Marcos

Ya hablamos sobre la desaparecida Ermita de San Marcos en nuestro blog (aquí), y se citaban las referencias a su posible origen, la tradición de la fiesta del Patrón… , transcribiéndose la cita que se hace en el Diccionario de Madoz1: El santo patrono es San Marcos, cuya festividad se celebra en su día en la parroquia, por haberse demolido su ermita particular: concurren a esta función muchas gentes de las inmediaciones, y se solemniza con música, iluminación, fuegos pirotécnicos, distribución de miles de roscos a todos los concurrentes, y a veces vino y carne, que llaman caridades, con otros regocijos que hacen en dicho día, 25 de abril, el más plausible del pueblo.

La alusión a la demolición de la ermita en el Diccionario de Madoz dejaba varias incógnitas por resolver. ¿Cuándo pudo producirse y por qué motivo? ¿Fue demolida voluntariamente o se derrumbó? ¿Se reutilizarían sus materiales?

En las actas de las sesiones del Ayuntamiento he encontrado varias referencias a la Ermita, que si no resuelven totalmente esas incógnitas, sí arrojan luz sobre ellas.

La primera de esas referencias es de la sesión de 12 de mayo de 1844, en la que el Señor Presidente manifestó que en la piedra de la Hermita arruinada de San Marcos extramuros de esta población se notaba extravío en su mayor parte y se completaría no preservándose de los codiciosos; que pues esto no era fácil sin causar gastos permanentes que es preciso evitar, proponía la venta en pública subasta con aplicación su importe a los crecidos descubiertos en que se está con la hacienda nacional por el 20 por ciento de propios y cinco de arbitrios, repetidamente reclamados y a cuyo pago no puede puntualizarse por falta de fondos. Habiéndose conferenciado detenidamente sobre el particular, oído el parecer del Síndico, que lo es interinamente el Regidor sexto por indisposición del propietario, se acordó como se propone, previa tasación perítica por Alonso Casado, de la cual se dé cuenta para determiner lo conveniente y omitiéndose la formación de expediente separado en obiación de gastos, con mérito a los pocos que ofreciera la enajenación.

En la siguiente sesión, el 26 de mayo, en este estado pareció Alonso Casado, maestro de albañilería de esta villa, y previo juramento que en la forma ordinaria le recibió el Señor Alcalde Presidente, declaró haber pasado, en conformidad a lo que el Secretario de la Corporación le hizo saber, a la Hermita undida de San Marcos, extramuros de esta población, y reconocidos atenta y detenidamente los escombros, ruinas y piedras que de la misma restan, los tasa en venta en cuatrocientos cincuenta reales de vellón, que no valen más, según sus conocimientos en la materia y atendido el mal estado de los materiales y costos de su saca, y que en el aprecio ha procedido bien y legalmente. La corporación en su consecuencia acordó conforme el acta del día doce, que se fijen edictos convocando licitadores, admitiendo proposiciones que cubran las dos terceras partes y señalando para el vecino remate el 9 del próximo junio, de diez a once de la mañana.


Un mes después, en la sesión de 24 de junio, se dio cuenta de que hasta ahora solo Miguel Chiclana se ha interesado por la piedra y escombros de la Hermita de San Marcos, haciendo postura en trescientos reales de vellón que justamente cubren las dos terceras partes del aprecio, y se acordó se le remate formando cargo de ellos al cobrador de propios mediante la aplicación que se ha hecho al ramo.


La ermita de San Marcos, por tanto, estaba arruinada y hundida en mayo de 1844. Nada se dice de qué motivo había causado esa ruina, aunque probablemente sería su abandono desde hacía tiempo, ya que parece que desde finales del siglo XVIII estaba cerrada. En el Archivo Municipal faltan las actas de las sesiones del Ayuntamiento de 1728 a 1823 y desde este último año hasta 1844 solo se encuentran las de los años 1828, 1834, 1835, 1842 y 1843, y en algunos de esos años con ciertas lagunas; en las existentes, no hay ninguna referencia anterior a la del 12 de mayo de 1844; no he podido consultar la documentación del Archivo Parroquial de esos años, actualmente depositada en el Archivo Diocesano de Jaén. Por tanto, solo podemos hacer conjeturas de cómo se produjo la ruina de la Ermita; probablemente su progresivo deterioro provocaría su hundimiento en algún momento anterior a mayo de 1844 y hay que pensar que el derrumbe de los muros no sería total.

En cualquier caso, aunque el Concejo intentaba evitarlo, los vecinos se estaban llevando las piedras, por lo que el 12 de mayo de 1844, antes de que se complete su extravío, se decide su venta en pública subasta; para ello previamente se procede a tasar los materiales, trabajo que se encomienda al maestro de albañilería de la villa, Alonso Casado, que una vez reconocidos los escombros, ruinas y piedras, los tasa en cuatrocientos cincuenta reales de vellón, atendiendo al mal estado de los materiales y costos de su saca. De estas expresiones podemos deducir el estado arruinado de la Ermita, donde se hace la distinción -aunque en parte formarían un todo- entre escombros (los restos de cal, arena, ripios…), ruinas (posiblemente se refiera a la parte de los muros no derrumbada) y piedras (sillares y sillarejos sueltos, caídos).2

Las actas también nos dan información de los apuros por los que pasaba la hacienda local, incapaz de tener ingresos suficientes para saldar la deuda con la hacienda nacional, por lo que la subasta de las piedras de la Ermita le puede suponer una fuente de ingresos extra para los Propios del Concejo.

A esa subasta solo se presenta un licitador, Miguel Chiclana, ofertando además la cantidad mínima permitida, trescientos reales de vellón, las dos terceras partes del precio de salida. Nacido en 1790, vivía en la calle Jamila3. ¿A qué destinó la piedra? Nos movemos de nuevo en el terreno de las conjeturas. Sobre él no tengo más datos; sí sobre su yerno, Juan Manuel Godoy Anguís, casado con su hija Cándida Chiclana Jesús, nacido en 1822, hortelano; también será hortelano el hijo de Juan Manuel, Juan Godoy Chiclana, nacido en 1872. Hago referencia a esta información, para no descartar la hipótesis de que parte de la piedra de la Ermita de San Marcos se utilizara para la construcción de la casa de la huerta próxima a ella, que ha estado en pie hasta hace pocos años, si bien no tengo ninguna certeza de que estos hortelanos cultivaran esa huerta. De todas formas, otra hipótesis, que no es excluyente con la anterior, es que Miguel Chiclana destinara la piedra a la construcción de su propia casa o para venderla como material constructivo a otros vecinos.

Pero en la Ermita también había maderas, que tras su derrumbe se trasladaron a la Iglesia Parroquial, y así se recoge en las actas de abril y mayo de 1845. En la sesión de 27 de abril, se conferenció sobre que sería útil y conveniente la venta de varias maderas que se conservan en la Iglesia Parroquial procedentes de la Hermita undida de S. Marcos, de cuyo valor le va haciendo perder el tiempo, y su importe aplicarlo a la solvencia de los descubiertos a la Hacienda Nacional por el 20 por 100 de propios y cinco de arbitrios, a que no puede atenderse sin un repartimiento vecinal, puesto que los ingresos del caudal no son bastantes a cubrir sus cargos, y que el Pueblo de otra parte que haya recargado con más peso de contribuciones que ha pagado en ningún tiempo. Se acordó la venta a justa tasación perítica.


Y en la sesión de 29 de mayo, se dio cuenta de un oficio de la Delegación de rentas previniendo el pago de 2000 y más reales que se adeudan por contingente de propios de 1842, 43 y 44. Teniéndose presente que la causa de esos débitos es no ser bastantes los ingresos del caudal común a cubrir sus obligaciones y cargos de justicia, se acordó atender en parte a su solvencia con el importe de la piedra y maderas de la Hermita de S. Marcos, que se vendieron en pública subasta.


Por tanto, como en el caso de las piedras, también se venden las maderas en pública subasta, aunque en este caso desconocemos el precio y el comprador. La situación de la hacienda local no ha mejorado y no se ve una solución a corto plazo, porque por una parte los ingresos del caudal de propios no son bastantes para cubrir sus gastos y por otra, la alternativa para recaudar los fondos necesarios, el repartimiento vecinal -el mecanismo usual en esa época-, se intenta evitar, porque el Pueblo se haya recargado con más peso de contribuciones que ha pagado en ningún tiempo. El importe de la venta de las piedras y de la madera de la Ermita de San Marcos solo serviría para atender en parte esa deuda.

Llama la atención que fuera el Concejo, el Ayuntamiento, y no la Iglesia, quien dispusiera de los materiales de la Ermita derrumbada. Hay que pensar que se trataba de un edificio en ruinas, del que el Concejo era el responsable de la custodia de sus materiales. Por otra parte, estamos en una etapa de transición entre el estado señorial y el estado liberal, donde todavía el poder civil y el eclesiástico están muy interrelacionados. Unos años antes, en 1836, tuvo lugar la desamortización de Mendizábal, de bienes eclesiásticos, y la supresión del diezmo eclesiástico, en 1837, aunque la efectividad de la medida se aplazó unos años, debido a las necesidades financieras derivadas de la Primera Guerra Carlista; suprimido el diezmo, en 1841 se crea una nueva contribución, la de culto y clero.

En resumen, la Ermita de San Marcos, abandonada desde finales del siglo XVIII, fue deteriorándose hasta derrumbarse, probablemente entre 1840-1844. El Ayuntamiento, ante el expolio de sus materiales y los apuros de la hacienda local, decide la venta de su piedra y madera -ésta previamente trasladada a la Iglesia Parroquial- en pública subasta, para aplicar sus fondos a aminorar su deuda con la hacienda nacional. La piedra la adquiere Miguel Chiclana, para reutilizarla en la edificación de su propia casa o de las de otros vecinos, e incluso pudo ser utilizada en la casa de la huerta de la Fuente Nueva; el destino de la madera también sería similar.

Por tanto, es sugerente pensar que todavía parte de la piedra y la madera con la que se edificó la Ermita de San Marcos se encuentre en muros, paredes, techos y entresuelos de algunas de las casas de Canena. Y los restos existentes actualmente donde estuvo la Ermita, ¿son de una edificación original del entorno de la Ermita o se levantaron al arruinarse ésta, para que quedara testimonio de dónde estuvo? Esperemos que en el futuro se pueda encontrar documentación que resuelva algunas de las incógnitas que seguimos teniendo sobre lo que fue la Ermita de nuestro patrón, San Marcos.
1 Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Por Pascual Madoz. Madrid, 1845-1850. Volumen V, página 449.
2 Entre los materiales no se incluye la madera, que, como veremos, se había guardado en la Iglesia Parroquial y será objeto de otra subasta en el año siguiente, en 1845.

3 Fuente: Padrón de vecinos de 1840. Archivo Municipal de Canena, Caja 53.


Texto de José Luis Reyes Lorite

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