La
descripción de las tareas relacionadas con la recolección del
grano, con la trilla, que se hace a continuación1
podemos enmarcarla temporalmente desde los años cuarenta2
del siglo XX hasta la década de 1970. En este periodo la
mecanización del campo va sustituyendo progresivamente estos
trabajos agrícolas, con la llegada de tractores, máquinas
segadoras, trilladoras y, por último, cosechadoras, a la par que se
incrementa la superficie de olivar en detrimento de la tierra calma,
lo que provoca que poco a poco se reduzca la importancia de los
cereales y las leguminosas en la agricultura andaluza en general, y
canenera en particular, y que la trilla pase a ser una tarea residual
hasta llegar a su desaparición. Con ello, el espacio que le daba
soporte, las eras, también se ha ido perdiendo, aunque todavía
queda alguna, aunque en mal estado de conservación.
La
mayor parte de las eras de Canena estaban en el ejido, en la salida
por la carretera de La Lambra, en la parte de arriba, y eran de
aprovechamiento común. También había algunas de particulares, en
la parte de abajo de la citada carretera (también había otras tres,
escalonadas, junto a la salida del camino de Baeza), en su mayoría
empedradas, mientras que las comunitarias eran terrizas, redondeadas
y eran utilizadas por los labradores que no tenían eras propias.
Desde el Ayuntamiento se pregonaban en mayo para que los agricultores
a los que se les había asignado previamente (desconozco cómo se
realizaba esta asignación) fueran a limpiarlas y prepararlas. En
cada era trillaba un número variable de agricultores, entre los que
se organizaban los turnos de trilla.
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Trillando en las eras comunitarias, en el ejido. Foto cedida por Ilorey Lorite |
Una
vez segados los cereales (trigo, cebada y escaña, fundamentalmente),
con hoces
(en manás
o manadas (que
cada tres hacían una gavilla y cada tres gavillas un haz, colocadas
cada tres en sentido inverso a las anteriores), o arrancados los
garbanzos y las habas, se
barcinaban,
se traían a las eras en cargos,
en mulos o en borricos en su mayoría, ya que los carros eran pocos.
Cada cargo era de trece haces de trigo o, si eran pequeños, de
diecisiete. Los haces se cargaban en las bestias, teniendo como
soporte las hamugas
(dos palos atados con una madeja de ramales, bien atados a la
albarda, a cada lado del lomo de la bestia y sobre ello se iban
colocando los haces, atados con sogas).
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Barcinando, acarreando la mies a la era, en este caso en un carro. Foto cedida por Manuel Ortega Arévalo (Boki) |
En
la era
se formaba la hacina
(montón de mies,
bien puesta, con los haces puestos al hilo, en la parte de arriba de
la era, a mano o con horcas).
Después se extendían los cargos en la era, formando la parva,
para trillarla. Para eso se colocaba una soga, llamada cintero,
tirado por una o dos bestias, y se colocaban dos horcas por el cabo
sobre el cintero, para ir tirando del cargo. En una era pueden caber
para la trilla hasta veinte cargos, depende del tamaño de la era y
de la cantidad de mies que hubiera que trillar. La mies extendida en
la era para su trilla se denomina parva.
Una parva puede tardar dos días en trillarse.
La trilla comenzaba hacia las nueve de la mañana (para dar tiempo a que pasara la humedad de la noche). Lo primero que se hacía era volver la parva con las horcas y se comenzaba la trilla, normalmente tirando dos mulos del trillo, siempre en el mismo sentido, contrario a las agujas del reloj. Encima del trillo iba el trillero, que solía ser un chiquillo (el ritmo de la trilla no debía ser lento, ya que mientras más lentitud, peor se corta la paja y se separa del grano); por la mañana se volvía la parva otras dos veces y otra por la tarde. La trilla consistía en dar vueltas una y otra vez con el trillo tirado por los mulos, para ir desmenuzando la mies y separando el trigo de la paja. El trillo que yo he conocido era el de rulo metálico (otro tipo de trillo, muy común, consiste en un tablón con pedazos de pedernal o cuchillas metálicas en su parte de abajo); estaba compuesto por un tablero de varios tablones, de forma cuadrangular, cuyas medidas podían llegar a los dos metros de largo por 1,50 de ancho, con la parte delantera curvada hacia arriba con el objeto de que no se amontonara la mies, donde iba colocado el enganche, con un asiento para el trillero; debajo del tablero va el armazón de ruedas dentadas metálicas. La faena duraba hasta después del anochecer, con un descanso de dos o tres horas, para comer y echar la siesta. Una vez trillada la parva, se hacía el pez. Se juntaba con una barrastra, un palo o una tabla que se ataba a una bestia, subiéndose uno o dos hombres en lo alto para que la tabla se colocara de forma oblicua y tirara de la mies para ir juntándola y formar el pez; para limpiar la era de la parva ya trillada, antes de extender otra, se barría con un escobón. El siguiente paso era aventar (ablentar), lanzar al viento lo recogido para ir separando el grano de la paja. Para ello tenía que hacer viento, siendo el mejor, y el predominante, el ábrego, de poniente.
El tamaño del pez variaba. Lo solían ablentar uno o dos hombres, uno al lado del otro. Para separar el grano de la paja había que ablentar numerosas veces, lo que dependía de la fuerza del viento. Al principio de la tarea, cuando más paja había, se ablentaba con bieldos (similares a las horcas, estas lo común es que tuvieran cuatro dientes, aunque las había de hasta seis, hechas de madera de haya, de una sola pieza, mientras que los bieldos no eran de una sola pieza y tenían menos separación entre sus dientes, que eran seis), y cuando ya lo que quedaba era mayormente grano, para terminar se ablentaba con palas. Después se limpiaba, cribándolo con garbillos, separando las granzas, las impurezas, del grano.
Trillando en una de las eras del camino de Baeza. Foto cedida por Manuel Ortega Arévalo (Boki). |
La
paja se envasaba en sacas
y
se transportaba para encerrarse en los pajares
de las casas, bien en planta baja o en una primera planta, encima de
la cuadra, donde se vaciaban las sacas de paja. Los pajares apenas
tenían ventilación y recuerdo el encerrar paja, en pleno verano,
con altas temperaturas, como uno de los trabajos más desagradables,
no por su dureza, sino por las condiciones en que se realizaba (el
calor, el sudor, el polvillo de la paja, el propio picor de la paja,
la poca ventilación, hacían casi irrespirable el ambiente). El
trigo y la cebada se envasaban en sacos o en costales
(estos más estrechos y alargados que los sacos, facilitaban la carga
en las bestias, porque colocados transversalmente sobre ellas, no
había que atarlos) para su transporte y en las casas había que
subirlos a cuestas a las cámaras
o graneros, que estaban en la planta alta.
Se
trillaba cebada, trigo, escaña, garbanzos, habas, centeno. La trilla
podía adelantarse hasta mayo, pero normalmente era en junio
(comenzando por las habas), julio y agosto. De los garbanzos y las
habas se separaba el gárgol,
que podía alimentar a ovejas, cabras y vacas. Se lo solían llevar
los ganaderos, que a cambio daban a los agricultores cargas de
estiércol.
En
el caso de los cortijos, los labradores (arrendatarios) contrataban
bien a terrazgo (aparcería) o a un tanto fijo. En los cortijos se
sembraban también guisantes, lentejas. Para la trilla se contrataba
a chavales como trilleros, a los que se les pagaba un jornal inferior
al de los segadores. Cuando comenzó a mecanizarse el campo, cuando
al mediodía descansaban las bestias en la trilla, se enganchaban
varios trillos a un tractor, que trillaba a más velocidad y en
varias direcciones, con lo que cundía la trilla mucho más. Según
fuera de grande el pez, podían ablentar más o menos hombres, podían
ser hasta nueve o diez, colocándose en un extremo del pez, sobre él,
por grupos, a cierta distancia unos de otros, avanzando en el pez;
cuando los que iban delante llegaban al final del pez, todos se
volvían, de tal manera que los que iban los últimos, al volverse
eran los primeros.
Todavía
hoy quedan algunas eras terrizas en el entorno del campo de fútbol y
por encima del barrio contiguo, ya casi irreconocibles, y otras en la
parte de abajo del camino de La Lambra, estas empedradas y de
particulares. Aunque hoy por hoy parece imposible que volvamos a ver
trillar en ellas, sí que sería necesario que físicamente no
desaparecieran, que hubiera alguna iniciativa para su recuperación,
buscándole un uso compatible con su conservación.
Algunos
de los que leáis este artículo recordaréis haber trillado alguna
vez. Yo me acuerdo haber trillado en la era de mi tío Lázaro Arza,
una de las que hoy todavía no han desaparecido, debajo del Bar de
Porras, donde en una tarde de julio o agosto -debió de ser entorno
al año 1970- cayó una granizada que dañó los garbanzos ya
trillados y que hubo que intentar salvar rápidamente, para no perder
la cosecha. Si alguien tuviera fotografías de la trilla en Canena,
alguna información que complete o corrija esta o quisiera contar
algunos de sus recuerdos sobre ello, me gustaría que los aportaran,
bien en el blog o en el facebook.
1 Este artículo está basado fundamentalmente en la información facilitada por mi padre, Antonio Reyes Reyes.
2 En
las primeras décadas del siglo XX sería sustancialmente igual.
Texto de José Luis Reyes Lorite
Cuantos recuerdos me vienen de aquellos tiempos ¡¡¡¡¡.Parece que fué ayer cuando llegando el més de Junio se empezaba a segar para empezar el "Agosto" como le deciamos en Bedmar al comienzo de la recolección de los cereales.!!! Que palabrejas!!! hoces, gavillas,barcinar,hamugas(en Bedmar les deciamos "samugas",hacina, horcas parva, trillo,pez, mies albentar, un sinfín de palabras, que con el tiempo se han ido diluyendo y que los jóvenes de hoy dia desconocen, pero que los de nuestra generación,las tenemos tan arraigadas a nuestros recuerdos, que parece que fué ayer cuando conviviamos con ellas.
ResponderEliminarTierra somos y con ella nos engalanamos.......
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