Los caracoles de Rus y
Canena son construcciones en piedra seca asociadas a la actividad
agrícola de estos pueblos. La arquitectura en piedra seca abarca
también otras manifestaciones, como paredes de contención de
tierras, padrones, majanos, eras, empedrado de caminos, canteras,
etc., que integran un conjunto de elementos patrimoniales que
conforman un paisaje singular en el entorno de las propias
poblaciones de Rus y Canena.
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Caracol situado en "Cantera vieja" en Canena (Jaén) en camino de Baeza frente a la carretera de Ibros |
En Andalucía este tipo
de arquitectura popular carece de una protección patrimonial
explícita, que asegure su documentación, conocimiento, y en el
mejor de los casos, la supervivencia de algunos tipos. El
desconocimiento sobre el valor patrimonial de estos bienes, así como
la histórica concepción que sobre esta arquitectura tradicional ha
imperado como construcciones pobres, frente a un tipo de patrimonio
más monumental y socialmente reconocido, han hecho que esta
arquitectura en piedra seca sea ignorada y que muchas de sus
manifestaciones estén desapareciendo. Por ello se hace necesario
darlas a conocer y arbitrar mecanismos que la preserven.
Una de esas
manifestaciones más significativas y mejor conservadas que hay en
Andalucía son los “caracoles” de Rus y Canena y otras
construcciones en piedra seca, en la zona noroeste de la Loma de
Úbeda, en la provincia de Jáen. Con el término de “caracoles”
se conoce en la zona a las cabañas de piedra, también llamados
chozos, cucos..., teniendo en común la piedra para la realización
de falsas bóvedas, construidas con las técnica de aproximación de
hiladas, portadas con grandes dinteles de entrada, cubiertas de
tierra y formas circulares o cuadradas. Su función es la de vigilar
las huertas y viñas de los robos o hurtos de la producción
agrícola. Son fácilmente reconocibles, ya que la mayor parte de
ellos están exentos en lugares visibles, si bien también los hay
adosados a muros. Casi la totalidad de los mismos se ubican en los
alrededores de los pueblos de Rus y Canena, en sus ruedos, en las
zonas altas de sus términos, bien en la meseta donde se encuentran
las cotas más altas o en las tierras próximas a los escarpes de las
mismas.
La evolución de los usos
del suelo agrícola, con el predominio del olivar, de las técnicas
culturales, la intensificación de los fenómenos erosivos y otros
factores han provocado el abandono progresivo de las construcciones
en piedra seca, de sus labores de mantenimiento y conservación, y su
deterioro y pérdida de parte de las mismas. A pesar de ello, todavía
se conserva una parte importante de este patrimonio, en algunos casos
en muy mal estado de conservación y en peligro de desaparición.
Los caracoles existentes
en la actualidad están construidos en su mayoría en la primera
mitad del siglo XX, asociados fundamentalmente al cultivo de la viña
en las parcelas minifundistas de los ruedos de Rus y Canena, como
refugio para sus propietarios, y vigilancia de la cosecha para evitar
robos en la temporada de la vendimia. Se desconocen sus antecedentes,
si bien se puede afirmar que estamos ante una antiquísima tradición
que se remonta a las primeras culturas urbanas y campesinas y que por
su efectividad y sus escasa demanda de medios ha pervivido a lo largo
de los siglos.
En la actualidad, los
caracoles han perdido su funcionalidad original. El cultivo de la vid
es residual, habiendo sido sustituido por el olivar y, en menor
medida, por el almendro, y por naves y viviendas. Estas
construcciones no solo se encuentran en Rus y Canena; en otras
poblaciones de la Loma de Úbeda (Torreperogil, Sabiote, Ibros,
Begíjar) también se conservan algunos, aunque han desaparecido casi
todos. Bien con esta denominación de caracoles o con otras (chozos,
cucos...) se conservan algunos ejemplares en la Sierra Mágina
(Pegalajar, Jódar, etc.) y en otros puntos de la provincia de Jaén
y de Andalucía. Pero es la concentración de ellos en torno a Rus y
Canena (se han catalogado hasta cien) lo
que los singulariza.
Descripción
La arquitectura en piedra
seca se caracteriza por la realización de construcciones en las que
solo se utiliza la piedra sin ningún tipo de argamasa. Las formas en
las que se manifiesta son diversas, aunque les podemos atribuir unas
características comunes. Se trata de una arquitectura popular, que
utiliza como material constructivo el recurso natural más cercano,
la piedra del entorno, por lo que se encuentra integrada en dicho
entorno; es una arquitectura sencilla, tradicional, anónima, que
trabaja con piedras de pequeño tamaño, tal como se las ofrece el
terreno o poco trabajadas, que por lo general pueden ser manejadas de
manera individual, y que utiliza pocas herramientas; es una
arquitectura de ámbito predominantemente rural, donde el campesino
ha extraído la piedra para ganar terreno cultivable, dejándola en
las lindes de sus propiedades o aprovechándola para sus necesidades.
La existencia de piedra en los terrenos de cultivo propició la
creación de una técnica de construcción, que utilizando los
recursos existentes en el entorno, permitía al hombre mejorar la
capacidad productiva de estos terrenos construyendo terrazas, muros
de contención, eras, linderos y en muchos casos construcciones que
permitían refugiarse de las inclemencias del tiempo, lugares donde
descansar de las largas jornadas laborales y donde dejar los aperos
de labranza y en otros casos, construcciones que se convertían en la
vivienda temporal durante las campañas de recogida del fruto,
conocidas en esta zona con el término de “caracoles”, también
llamados chozos, cucos...
Los caracoles son
construcciones prácticamente exentas, si bien en muchos casos
aparecen adosadas a taludes o ribazos, cuando el terreno presenta
fuertes pendientes.
Para su construcción
primeramente se procede a realizar una explanación del terreno,
trazando el perímetro exterior. Normalmente no se realiza ningún
tipo de cimentación, ya que los suelos son de escasa profundidad y
la roca madre constituye la base del caracol, comenzando la
construcción directamente sobre la superficie explanada. A
continuación se procede a realizar el muro, cuyo grosor oscila entre
sesenta y cinco centímetros y algo más de un metro, que constituirá
las paredes del caracol, que se trabaja a doble cara, rellenando el
interior de piedras pequeñas (ripios y cascotes). La altura del muro
es variable, entorno a los dos metros; las piedras se van asentando
unas con otras buscando el emparejamiento de grandes y pequeñas
colocando entre los huecos que quedan pequeños astillones en las
juntas de las piedras y también en ocasiones losas pequeñas que
emparejen el nivel con las de mayor tamaño. Se van colocando las
hiladas de mampostería; en las jambas de la puerta de entrada se
ponen sillarejos (también en las esquinas de los caracoles cuadrados
o rectangulares); el dintel de la puerta lo forman losas (suelen ser
hasta tres), apoyadas en los muros verticales. Los muros suelen estar
coronados con losas que sobresalen unos cinco centímetros sobre el
exterior del muro, que lo protegerán de la lluvia y harán función
de goterón, a la vez servirán de arranque para la bóveda. La
cubierta es de falsa bóveda, con el sistema de aproximación de
hiladas, con una secuencia de 5 centímetros hacia el interior; para
que la hilada no caiga hacia dentro hay que hacer contrapesos en la
parte de atrás; en los escasos ejemplares de planta cuadrada, para
solucionar la unión de la bóveda circular con la planta cuadrada,
se colocan unas pechinas de piedra en las esquinas; en las hiladas se
utilizan losetas finas de poco peso, o piedras pequeñas que hacen la
misma función; para cerrar la cubierta se coloca una losa de gran
tamaño que cubre el agujero central; en ocasiones en su parte
interior se pone la fecha de construcción o restauración del
caracol; una vez que la cúpula se ha cerrado y se han colocado los
contrapesos, se cubre con una capa de barro y tierra para
impermeabilizar el caracol.
Los caracoles no suelen
presentar ningún hueco al exterior, salvo el de la entrada, cuya
altura oscila entre metro y metro y medio y la anchura entre
cincuenta y ochenta centímetros. Tampoco suelen estar cerrados con
puertas.
La entrada no presenta
una orientación determinada, apareciendo en todas direcciones,
estando por lo general subordinada a la pendiente del terreno,
situándose a favor de la pendiente, en el punto más bajo de la
superficie ocupada por el caracol, favoreciendo así el desagüe del
agua de lluvia y dificultando su entrada en el interior. El pavimento
más común es la tierra compactada. En algunas ocasiones, en el
interior o en el exterior hay poyos para sentarse o acostarse y a
veces en el interior hay pequeños huecos u hornacinas.
Los hay de varias formas,
siendo los más comunes los circulares, aunque también los hay
cuadrados, rectangulares y mixtos, de líneas curvas y rectas. Por el
lugar donde se asientan, los hay exentos, enterrados o
semienterrados, en terrazas, con túmulo, con la pared de fondo
empotrada en padrón de tierra o piedra.
Son los propios
agricultores los constructores de los caracoles, pudiendo estar
ayudados por algún vecino que tuviera especial habilidad a la hora
de levantar muros de piedra seca. El material constructivo es casi
exclusivamente la piedra, obtenida del entorno más inmediato, que no
solo sirve para construir el caracol, sino con la que se forman los
majanos, las padrones de delimitación de las parcelas, las paredes
de contención, cuyo objeto es poder formar bancales o terrazas para
ganar terreno cultivable y mejorar su condiciones agronómicas,
evitando la erosión y pérdida de suelo agrícola y facilitando su
laboreo. Posiblemente para los elementos más singulares y de mayor
tamaño del caracol, como son las losas que forman los dinteles de la
puerta y el cierre de la cubierta, se recurriera a su extracción de
canteras próximas, interviniendo en este caso los artesanos de la
piedra (loseros, picapedreros, canteros).
La técnica de la piedra
seca consiste en elegir acertadamente el lugar y la posición de cada
pieza respecto a las otras, seleccionando la pieza más adecuada en
cada momento entre un montón de piedras acumuladas previamente,
donde juegan su papel variados factores como las dimensiones, el
peso, la forma, la naturaleza de la piedra, así como los
conocimientos, la experiencia o la habilidad del constructor. El uso
de mampuestos de tamaño variable se completa con el de ripios o
piedras de tamaño sensiblemente menor, utilizadas como calzas que
ayudan a una mayor trabazón de los muros.
El resultado final es una
construcción completamente trabada y comprimida, en la que todas las
piezas de los muros y la cubierta apoyan perfectamente y distribuyen
el peso de manera que el conjunto de la construcción actúe como un
solo elemento ante el empuje de fuerzas externas, especialmente la de
la gravedad; entre las técnicas utilizadas está la de ir colocando
las piezas de cada hilada de tal manera que no coincidan las juntas,
con lo que se consigue evitar que se formen grietas verticales.
Las piedras se
transportaban al lugar donde se iba a construir el caracol a lomos de
animales de carga, en aguaderas, o por arrastre, utilizando para ello
a los mulos, que tiraban de un utensilio con tres palos a modo de
triángulo, sobre el que se colocaban las piedras a transportar.
Aparte de los caracoles,
existen otras construcciones en piedra seca que conforman un paisaje
que se debe preservar:
- Muros de contención de terreno para salvar desniveles y evitar erosión.
- Terrazas para distintos cultivos: vid, almendros, olivos..., que tienen como función principal la retención del agua y así aprovechar la humedad.
- Padrones o muros de separación de las propiedades de los distintos propietarios.
- Majanos, montones de piedras sobrantes, que han quedado sueltas por el campo.
- Bardales de casas y de cobertizos o corrales
- Formaciones de muro adaptadas a las oquedades del terreno para separar distintos productos agrícolas.
- Vallas para delimitar y separar caminos locales.
- Eras y caminos empedrados.
- Otras construcciones: minaos, albercas...
El presente trabajo se realizó entre los años 2012 -2013, actualmente ha iniciado el trámite para su declaración de Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía.
No se permite la
reproducción ni del texto, ni de las fotos que está protegidos por
la propiedad intelectual.
La coordinación
corresponde a Manuel Jódar y Cristobal Cabrero, contando con la
colaboración de Andrés Beltrán, Francisco Jódar, Carlos
Rodríguez, Javier Ruiz y Jose Luis Reyes
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