viernes, 29 de mayo de 2015

Historias de Canena. Arquitectura en Piedra Seca: Caracoles de Rus y Canena


Los caracoles de Rus y Canena son construcciones en piedra seca asociadas a la actividad agrícola de estos pueblos. La arquitectura en piedra seca abarca también otras manifestaciones, como paredes de contención de tierras, padrones, majanos, eras, empedrado de caminos, canteras, etc., que integran un conjunto de elementos patrimoniales que conforman un paisaje singular en el entorno de las propias poblaciones de Rus y Canena.

Caracol situado en "Cantera vieja" en Canena (Jaén) en camino de Baeza frente a la carretera de Ibros

En Andalucía este tipo de arquitectura popular carece de una protección patrimonial explícita, que asegure su documentación, conocimiento, y en el mejor de los casos, la supervivencia de algunos tipos. El desconocimiento sobre el valor patrimonial de estos bienes, así como la histórica concepción que sobre esta arquitectura tradicional ha imperado como construcciones pobres, frente a un tipo de patrimonio más monumental y socialmente reconocido, han hecho que esta arquitectura en piedra seca sea ignorada y que muchas de sus manifestaciones estén desapareciendo. Por ello se hace necesario darlas a conocer y arbitrar mecanismos que la preserven.

Una de esas manifestaciones más significativas y mejor conservadas que hay en Andalucía son los “caracoles” de Rus y Canena y otras construcciones en piedra seca, en la zona noroeste de la Loma de Úbeda, en la provincia de Jáen. Con el término de “caracoles” se conoce en la zona a las cabañas de piedra, también llamados chozos, cucos..., teniendo en común la piedra para la realización de falsas bóvedas, construidas con las técnica de aproximación de hiladas, portadas con grandes dinteles de entrada, cubiertas de tierra y formas circulares o cuadradas. Su función es la de vigilar las huertas y viñas de los robos o hurtos de la producción agrícola. Son fácilmente reconocibles, ya que la mayor parte de ellos están exentos en lugares visibles, si bien también los hay adosados a muros. Casi la totalidad de los mismos se ubican en los alrededores de los pueblos de Rus y Canena, en sus ruedos, en las zonas altas de sus términos, bien en la meseta donde se encuentran las cotas más altas o en las tierras próximas a los escarpes de las mismas.

La evolución de los usos del suelo agrícola, con el predominio del olivar, de las técnicas culturales, la intensificación de los fenómenos erosivos y otros factores han provocado el abandono progresivo de las construcciones en piedra seca, de sus labores de mantenimiento y conservación, y su deterioro y pérdida de parte de las mismas. A pesar de ello, todavía se conserva una parte importante de este patrimonio, en algunos casos en muy mal estado de conservación y en peligro de desaparición.

Los caracoles existentes en la actualidad están construidos en su mayoría en la primera mitad del siglo XX, asociados fundamentalmente al cultivo de la viña en las parcelas minifundistas de los ruedos de Rus y Canena, como refugio para sus propietarios, y vigilancia de la cosecha para evitar robos en la temporada de la vendimia. Se desconocen sus antecedentes, si bien se puede afirmar que estamos ante una antiquísima tradición que se remonta a las primeras culturas urbanas y campesinas y que por su efectividad y sus escasa demanda de medios ha pervivido a lo largo de los siglos.

En la actualidad, los caracoles han perdido su funcionalidad original. El cultivo de la vid es residual, habiendo sido sustituido por el olivar y, en menor medida, por el almendro, y por naves y viviendas. Estas construcciones no solo se encuentran en Rus y Canena; en otras poblaciones de la Loma de Úbeda (Torreperogil, Sabiote, Ibros, Begíjar) también se conservan algunos, aunque han desaparecido casi todos. Bien con esta denominación de caracoles o con otras (chozos, cucos...) se conservan algunos ejemplares en la Sierra Mágina (Pegalajar, Jódar, etc.) y en otros puntos de la provincia de Jaén y de Andalucía. Pero es la concentración de ellos en torno a Rus y Canena (se han catalogado hasta cien) lo que los singulariza.

Descripción

Mapa de localización de los diferentes caracoles en Rus y Canena

La arquitectura en piedra seca se caracteriza por la realización de construcciones en las que solo se utiliza la piedra sin ningún tipo de argamasa. Las formas en las que se manifiesta son diversas, aunque les podemos atribuir unas características comunes. Se trata de una arquitectura popular, que utiliza como material constructivo el recurso natural más cercano, la piedra del entorno, por lo que se encuentra integrada en dicho entorno; es una arquitectura sencilla, tradicional, anónima, que trabaja con piedras de pequeño tamaño, tal como se las ofrece el terreno o poco trabajadas, que por lo general pueden ser manejadas de manera individual, y que utiliza pocas herramientas; es una arquitectura de ámbito predominantemente rural, donde el campesino ha extraído la piedra para ganar terreno cultivable, dejándola en las lindes de sus propiedades o aprovechándola para sus necesidades. La existencia de piedra en los terrenos de cultivo propició la creación de una técnica de construcción, que utilizando los recursos existentes en el entorno, permitía al hombre mejorar la capacidad productiva de estos terrenos construyendo terrazas, muros de contención, eras, linderos y en muchos casos construcciones que permitían refugiarse de las inclemencias del tiempo, lugares donde descansar de las largas jornadas laborales y donde dejar los aperos de labranza y en otros casos, construcciones que se convertían en la vivienda temporal durante las campañas de recogida del fruto, conocidas en esta zona con el término de “caracoles”, también llamados chozos, cucos...

Los caracoles son construcciones prácticamente exentas, si bien en muchos casos aparecen adosadas a taludes o ribazos, cuando el terreno presenta fuertes pendientes.

Para su construcción primeramente se procede a realizar una explanación del terreno, trazando el perímetro exterior. Normalmente no se realiza ningún tipo de cimentación, ya que los suelos son de escasa profundidad y la roca madre constituye la base del caracol, comenzando la construcción directamente sobre la superficie explanada. A continuación se procede a realizar el muro, cuyo grosor oscila entre sesenta y cinco centímetros y algo más de un metro, que constituirá las paredes del caracol, que se trabaja a doble cara, rellenando el interior de piedras pequeñas (ripios y cascotes). La altura del muro es variable, entorno a los dos metros; las piedras se van asentando unas con otras buscando el emparejamiento de grandes y pequeñas colocando entre los huecos que quedan pequeños astillones en las juntas de las piedras y también en ocasiones losas pequeñas que emparejen el nivel con las de mayor tamaño. Se van colocando las hiladas de mampostería; en las jambas de la puerta de entrada se ponen sillarejos (también en las esquinas de los caracoles cuadrados o rectangulares); el dintel de la puerta lo forman losas (suelen ser hasta tres), apoyadas en los muros verticales. Los muros suelen estar coronados con losas que sobresalen unos cinco centímetros sobre el exterior del muro, que lo protegerán de la lluvia y harán función de goterón, a la vez servirán de arranque para la bóveda. La cubierta es de falsa bóveda, con el sistema de aproximación de hiladas, con una secuencia de 5 centímetros hacia el interior; para que la hilada no caiga hacia dentro hay que hacer contrapesos en la parte de atrás; en los escasos ejemplares de planta cuadrada, para solucionar la unión de la bóveda circular con la planta cuadrada, se colocan unas pechinas de piedra en las esquinas; en las hiladas se utilizan losetas finas de poco peso, o piedras pequeñas que hacen la misma función; para cerrar la cubierta se coloca una losa de gran tamaño que cubre el agujero central; en ocasiones en su parte interior se pone la fecha de construcción o restauración del caracol; una vez que la cúpula se ha cerrado y se han colocado los contrapesos, se cubre con una capa de barro y tierra para impermeabilizar el caracol.

Caracol situado en "La Obispalía" en el Poligono Frajana de Rus (Jaén)

Los caracoles no suelen presentar ningún hueco al exterior, salvo el de la entrada, cuya altura oscila entre metro y metro y medio y la anchura entre cincuenta y ochenta centímetros. Tampoco suelen estar cerrados con puertas.

La entrada no presenta una orientación determinada, apareciendo en todas direcciones, estando por lo general subordinada a la pendiente del terreno, situándose a favor de la pendiente, en el punto más bajo de la superficie ocupada por el caracol, favoreciendo así el desagüe del agua de lluvia y dificultando su entrada en el interior. El pavimento más común es la tierra compactada. En algunas ocasiones, en el interior o en el exterior hay poyos para sentarse o acostarse y a veces en el interior hay pequeños huecos u hornacinas.

Los hay de varias formas, siendo los más comunes los circulares, aunque también los hay cuadrados, rectangulares y mixtos, de líneas curvas y rectas. Por el lugar donde se asientan, los hay exentos, enterrados o semienterrados, en terrazas, con túmulo, con la pared de fondo empotrada en padrón de tierra o piedra.

Son los propios agricultores los constructores de los caracoles, pudiendo estar ayudados por algún vecino que tuviera especial habilidad a la hora de levantar muros de piedra seca. El material constructivo es casi exclusivamente la piedra, obtenida del entorno más inmediato, que no solo sirve para construir el caracol, sino con la que se forman los majanos, las padrones de delimitación de las parcelas, las paredes de contención, cuyo objeto es poder formar bancales o terrazas para ganar terreno cultivable y mejorar su condiciones agronómicas, evitando la erosión y pérdida de suelo agrícola y facilitando su laboreo. Posiblemente para los elementos más singulares y de mayor tamaño del caracol, como son las losas que forman los dinteles de la puerta y el cierre de la cubierta, se recurriera a su extracción de canteras próximas, interviniendo en este caso los artesanos de la piedra (loseros, picapedreros, canteros).

La técnica de la piedra seca consiste en elegir acertadamente el lugar y la posición de cada pieza respecto a las otras, seleccionando la pieza más adecuada en cada momento entre un montón de piedras acumuladas previamente, donde juegan su papel variados factores como las dimensiones, el peso, la forma, la naturaleza de la piedra, así como los conocimientos, la experiencia o la habilidad del constructor. El uso de mampuestos de tamaño variable se completa con el de ripios o piedras de tamaño sensiblemente menor, utilizadas como calzas que ayudan a una mayor trabazón de los muros.

El resultado final es una construcción completamente trabada y comprimida, en la que todas las piezas de los muros y la cubierta apoyan perfectamente y distribuyen el peso de manera que el conjunto de la construcción actúe como un solo elemento ante el empuje de fuerzas externas, especialmente la de la gravedad; entre las técnicas utilizadas está la de ir colocando las piezas de cada hilada de tal manera que no coincidan las juntas, con lo que se consigue evitar que se formen grietas verticales.

Las piedras se transportaban al lugar donde se iba a construir el caracol a lomos de animales de carga, en aguaderas, o por arrastre, utilizando para ello a los mulos, que tiraban de un utensilio con tres palos a modo de triángulo, sobre el que se colocaban las piedras a transportar.

Aparte de los caracoles, existen otras construcciones en piedra seca que conforman un paisaje que se debe preservar:

  1. Muros de contención de terreno para salvar desniveles y evitar erosión.
  2. Terrazas para distintos cultivos: vid, almendros, olivos..., que tienen como función principal la retención del agua y así aprovechar la humedad.
  3. Padrones o muros de separación de las propiedades de los distintos propietarios.
  4. Majanos, montones de piedras sobrantes, que han quedado sueltas por el campo.
  5. Bardales de casas y de cobertizos o corrales
  6. Formaciones de muro adaptadas a las oquedades del terreno para separar distintos productos agrícolas.
  7. Vallas para delimitar y separar caminos locales.
  8. Eras y caminos empedrados.
  9. Otras construcciones: minaos, albercas...



El presente trabajo se realizó entre los años 2012 -2013, actualmente ha iniciado el trámite para su declaración de Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía.

No se permite la reproducción ni del texto, ni de las fotos que está protegidos por la propiedad intelectual.

La coordinación corresponde a Manuel Jódar y Cristobal Cabrero, contando con la colaboración de Andrés Beltrán, Francisco Jódar, Carlos Rodríguez, Javier Ruiz y Jose Luis Reyes

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