En 1677 el padre jesuita Francisco de
Torres, natural de Baeza, escribió su “Historia de Baeza”, a la
que dedicó gran parte de su vida. Es una obra de más de 900 folios,
cuyo manuscrito se encuentra en la Biblioteca Británica de Londres.
En 1999, el Ayuntamiento de Baeza publicó esta obra, con un estudio
previo y edición de José Rodríguez Molina.
El libro es interesante desde muchos
puntos de vista. El autor es un gran erudito, que indaga en la
historia de Baeza y sus términos. Desde la perspectiva actual los
aspectos más destacados de la obra son los que nos permiten recorrer
las calles, los campos y los pueblos de la Baeza del siglo XVII.
Especialmente interesante y minucioso es el tratamiento de la
agricultura, de los productos del campo.
La obra describe no solo Baeza, sino
un amplio territorio que va desde Sierra Morena hasta Sierra Mágina,
encuadrado en su Arciprestazgo, a pesar de que en el siglo XVII
administrativamente buena parte de las aldeas que habían formado
parte de sus términos ya se habían independizado. Se estructura en
ocho libros, subdivididos en capítulos. El capítulo II del Libro
Tercero trata de las “VILLAS ILUSTRES DE BAEZA”. Reproducimos la
descripción que se hace de Canena:
Son los veçinos de Canena
doçientos; la iglesia de esta villa tiene un priorato, la persona
que lo a de seruir, la señala el Marqués de Camarasa, y lo aprueba
el obispo de Jaén, dista media legua al Norte de Baeza, es lugar
nueuo con un grandioso castillo con foso, puente leuadiça, su
vivienda es de un palaçio magestuoso, el patio quadrado con columnas
de jaspe, y los arcos de los corredores llenos de tarxetas de háuitos
de Santiago, las bóbedas debaxo de las salas de los quatro lienços
de la vivienda, donde se guarda el bino, son admirables, y
capacíssimas, tiene en las tierras de este lugar el marqués de
Camarasa más de çien mil vides, cuio vino es generoso y
abundantíssimo, todo el año ay saca del, como del vino de Rus y de
Ibros, para la Campiña de Jaén. Tenía antiguamente esta villa dos
iglesias, vna del orden de Calatraua, otra del de Santiago, assí lo
diçe el Sínodo del ilustríssimo señor don Alonso de la Fuente el
Sauçe, obispo de Jaén y Baeza.
Es oy de los Marqueses de
camarasa, la causa fue, auiendo de haçer el Orden de Santiago, cuia
era Canena, vn donatiuo a el Emperador Carlos Quinto, y no hallándose
con los marauedises neçesarios, le suplicó la Religión a el
Emperador, que empeñasse, o bendiesse este lugar y a Torres, Ximena
y Recena, por la dicha quantidad; dióla a don Françisco de los
Cobos, Comendador Maior de León y fundador de la Casa de los
Marqueses de Camarasa, y assí se quedó con estos lugares, como
señor dellos, de quien ya e hablado.
Según
esta descripción, Canena debería tener en la época entre 800 y
1000 habitantes, ya que cuando se habla de vecinos se está
refiriendo a cabezas de familia, y según las circunstancias podemos
establecer una equivalencia de 4 o 5 habitantes por cada vecino. El
Marqués de Camarasa mantiene el derecho de proponer al párroco
(priorato) ante el Obispo, privilegio proveniente de los que tenían
las Órdenes Militares, cuyos derechos jurisdiccionales y de otro
tipo hereda el Marqués con la compra de Canena en 1539. Sobre el
mantenimiento de este privilegio pleitearían el Marqués y el
Obispado en varias ocasiones.
Dice de Canena que es un lugar nuevo.
Esto hay que relativizarlo y ponerlo en su contexto. El capítulo en
el que se incluye relaciona a las distintas villas del término de
Baeza, remontándose en algunas de ellas a su fundación antigua, por
lo que comparativamente Canena es nueva, sin que le conste su origen.
Cita la grandiosidad de su castillo,
en el que, aparte de su magestuosidad, nos informa de que en algunas
de sus salas abovedadas se guarda el vino. Y es que el uso del
castillo no solo será de vivienda para el administrador de los
bienes y rentas del Marqués de Camarasa, sino que en él se
almacenará no solo el vino, sino también el aceite y el grano que
le rentaban sus tierras y el procedente del diezmo, según hemos
podido acreditar en la documentación procedente del Archivo de la
Casa de Camarasa.
Más
discutible, por no decir inexacta, es la afirmación de que tiene
en las tierras de este lugar el marqués de Camarasa más de çien
mil vides. Sí que el cultivo
del viñedo estaría extendido en el término de Canena, y que se
exportaría a otras zonas de la provincia, pero posiblemente todo el
existente en las bodegas del castillo procedería del producto del
diezmo y no de las tierras propiedad del Marqués. Unos décadas
después, a mediados del siglo XVIII, entre las propiedades del
Marqués no figura ningún viñedo, solo tierra calma y olivar.
Al pertenecer Canena, hasta su
adquisición por Francisco de los Cobos, a las Órdenes de Santiago y
Calatrava, tenía dos Iglesias. La hoy Ermita sería la Iglesia de
Santiago y en donde está la actual parroquia se ubicaría la de
Calatrava, como queda atestiguado en el Sínodo del Obispo Alonso de
la Fuente el Sauçe, celebrado en 1511.
La información que nos facilita de
cómo pasó a ser Canena de los Marqueses de Camarasa no es muy
acertada, ya que las villas que cita, Torres, Jimena y Recena,
pertenecían a la Orden de Calatrava y no a la de Santiago, aparte de
que la venta de ellas por parte de las órdenes responde más a una
necesidad del rey que de las propias órdenes.
Hay otras referencias a Canena.
Hablando de Rus, se dice: Son de grande estima en la corte de
Madrid los higos blancos, que se cojen en Rus y Canena, por ser
grandes y que se conserban el xugo mucho tiempo y ser bolsilos de
miel. Más adelante, hablando de
la riqueza agrícola, de las hierbas, las flores y las frutas de
estas tierras, se vuelve a referir a los higos: higos de
todas espeçies, los de oñigal son los mexores y duran hasta
Nauidad, famosos son los de simiente blanca , los de colorada no son
tan buenos, higos de las Indias, jarahiles, vermejales, godenes,
albares, haiuelos, de pico de perdiz, cordoueses, los blancos de Rus
y Canena son exçelentes para guardar, son muy grandes y se estiman
mucho en la Corte.
Según esta cita, parece que Canena y
Rus eran conocidos por sus higos blancos, al igual que otros pueblos
lo eran por otras frutas, como Torres y Jimena por sus granadas.
Aunque
en el caso de las uvas, no cita expresamente a Canena, la descripción
de las variedades existentes, que en su mayoría también se
cultivarían en las tierras de nuestro pueblo, me parece digna de
mencionarse: La diuersidad de vbas es grande, y todas las
que nombraré o las más se hallan en la Cañada de la Yedra, y cada
vna es mexor que las otras: vba de Jaén para haçer vino es la
común, que se halla en todos los pagos, huilla, zubial, torrontés,
de flor de guiano, habén, palomina, castellana tinta y blanca, tinta
de la Puerta, albaraza para colgar, longar de un granillo, longar de
Almuñécar, vba de Sancho Beltrán, de teta de vaca, de Pero
Giménez, pinuela, moscatel menuda y moscatelón de Flandes, de pico
de perdiz, vba de Priego y Jaén colorada, de oxo de liebre, de
bolillo larga, cosa exçelente, verdexa, vba çirial, palomina real,
parras agraçeras, que llevan tres y quatro frutos al año.
El
párrafo es una demostración de los conocimientos agrícolas del
autor, y a su vez manifestación de la riqueza y variedad que había
en la época, incluso de cada producto, y de cómo se valoraban. Con
el paso de los siglos, la selección de los más productivos y
rentables ha provocado la pérdida de biodiversidad y que muchas de
las variedades autóctonas hayan desaparecido.
Texto de José Luis Reyes Lorite
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